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domingo, 15 de junio de 2014

LA NATURALEZA ONTOLÓGICA DEL HOMBRE EN DESCARTES

“¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y, también, imagina y siente” (Descartes, 2006, pág. 29). Descartes llega a esta conclusión después de meditar, de recoger el espíritu y apartarlo de ese modo erróneo de concebir, del cual se va a hablar más adelante, para que pueda conocer él mismo, muy detenidamente, su propia naturaleza.Para llegar a esa conclusión, Descartes, en su Meditación Primera se da cuenta de que la construcción del pensamiento posee unas bases endebles, ya que son conocimientos en los cuales se han creído desde que se nace y que nunca se han cuestionado (Descartes, 2006, pág. 19). Es por eso que esas bases débiles, que son opiniones antiguas obtenidas por la transmisión cultural, se deben destruir con plena libertad; en otras palabras, destruir esas bases significa comenzar a dudar de todo lo que, por medio de la transmisión cultural, se ha dicho que es verdadero.No obstante, ¿por qué se debe dudar de todo lo que se sabe? Simplemente porque los sentidos pueden llegar a que el ser humano conciba como verdadero algo falso. Es por eso que, como todo en cuanto se cree puede llegar a ser falso, todo lo  que es cierto y seguro en las ciencias se debe poner en duda, aunque se puede caer en estas, debido a que son muy familiares para el ser humano y son más fáciles de aprobar que negarlas (Descartes, 2006, pág. 23). Para que no pase lo anteriormente expuesto, el individuo  se debe engañar a sí mismo y afirmar que dichas ideas son falsas e imaginarias; para que llegue el día en que “no sea mi juicio… presa de los malos usos y no se aparte del camino recto que puede conducir al conocimiento de la verdad” (Descartes, 2006, pág. 24).Con lo anterior se puede inferir que el fin último en Descartes es conducir por el camino que lo lleve hacia la verdad. Se trata de la meditación y el conocimiento. En la Meditación Segunda se afirma que al meditar se llena el ser de muchas dudas, que, en un primer momento, se tiene miedo de no poder resolverlas. Por ende se es afortunado si se encuentra por lo menos una cosa que sea cierta. De esta forma, se debe creer que el cuerpo, la figura, la extensión el movimiento y el lugar son invenciones del espíritu.Tomando como causa lo expuesto hasta aquí, se llega al tema principal del escrito: la concepción de la existencia del hombre y su naturaleza. Se debe partir desde la siguiente pregunta: ¿si se debe dudar de todo lo que se ha adquirido desde pequeño, porque es una transmisión cultural, en qué no se debe dudar? De la existencia de sí mismo. “yo existo”, “yo soy” es necesariamente verdadero, ya que se está pronunciando o concibiendo en el espíritu. Pero, el racionalista se encuentra con un gran problema: “Pero yo, que estoy cierto de que soy, no conozco aún con bastante claridad quién soy” (Descartes, 2006, pág. 26).Justamente, Para salir de esa gran duda, René da una definición de cuerpo, que para él era más fácil de encontrar su naturaleza y que no dudaría de este por ser lo más visible en él, que consiste en:Todo aquello que puede terminar por alguna figura, estar colocado en cierto lugar y llenar un espacio de modo que excluya a cualquier otro cuerpo; todo aquello que pueda ser sentido por el tacto o por la vista, o por el oído, o por el gusto, o por el olfato; que puede moverse en varias maneras, no ciertamente por sí mismo, pero sí por alguna cosa extraña que lo toque y e comunique la impresión… (Descartes, 2006, pág. 27).Sin embargo, Descartes en esta Meditación Segunda a decidido creer que no posee un cuerpo, o mejor, no creer en este, ya que, por lo citado anteriormente, es el instrumento de los sentidos, que perciben y generan en el hombre ideas falsas o que para la búsqueda que el filósofo ha emprendido lo son.Por eso plantea unos atributos que le pertenecen al alma para saber si alguno de estos pertenece al ser humano. Uno de esos atributos es pensar, el cual es lo único que no puede separarse del hombre, de su esencia, por ende si pienso existo; se es una cosa pensante, un espíritu, un entendimiento o una razón, que no admite lo que no sea necesariamente verdadero, esto logra que se afirme que se es una cosa verdaderamente existente (Descartes, 2006, pág. 28). Se puede llegar a saber “quién soy yo” sin depender de las cosas. Para conocerse a sí mismo, como se expuso al principio, es necesario recoger el espíritu y apartarlo de ese modo de concebir, para que pueda conocer él mismo, muy determinadamente, su propia naturaleza (Descartes, 2006, pág. 29).Por eso, a la cuestión “¿qué soy?” se responde afirmado que se es una cosa que piensa; y a la pregunta “¿qué es una cosa que piensa?” se responde que es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y, también, imagina y siente. Todas esas cualidades de la cosa que piensa (res cogitans) pertenece a la naturaleza del hombre y no hay necesidad de explicarlo, ya que es muy evidente, expresa el filósofo continental (Descartes, 2006, pág. 30).Asimismo, se puede descubrir la naturaleza ontológica del hombre en Descartes por medio de un proceso epistemológico para conocer las cosas, debido a que sólo el entendimiento o el espíritu es capaz de comprender las cosas. Lo que se percibe por medio de los sentidos sobre la cosa no es nada más que una “inspección del espíritu” (Descartes, 2006, pág. 32), que puede llegar a ser confusa o clara. Es por eso que lo que se percibe por los sentidos es juzgado por el espíritu, y dicho juicio, gracias al espíritu, no es concebido como un proceso erróneo.En fin, con base a lo expuesto anteriormente, el hombre, en sí mismo, es espíritu, y se puede conocer a sí mismo por medio del proceso de conocimiento de las cosas, ya que las razones que sirven para conocer y concebir la naturaleza de los cuerpos prueba mucho mejor la naturaleza del espíritu, del hombre (Descartes, 2006, pág. 34).En conclusión, ya que los cuerpos no son conocidos por los sentidos o la facultad de imaginar, la naturaleza del hombre no es su cuerpo físico; sino que es por medio del entendimiento que estos se conocen, ya que se comprenden por el pensamiento, se ve claramente que “nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio espíritu” afirma Descartes al final de su Meditación Segunda, afirmando la naturaleza ontológica del hombre o su propio entendimiento se descubre por medio del proceso epistemológico de las cosas.
Por: Andrés Ricardo Díaz Abril
Lic. en Filosofía e Historia
U. G. C.
 Bibliografía
Descartes, R. (2006). Meditaciones Metafísicas. Bogotá D C.: Ediciones Universales.