“¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es
una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega,
quiere, no quiere, y, también, imagina y siente” (Descartes, 2006, pág. 29) . Descartes llega a
esta conclusión después de meditar, de recoger el espíritu y apartarlo de ese
modo erróneo de concebir, del cual se va a hablar más adelante, para que pueda
conocer él mismo, muy detenidamente, su propia naturaleza.Para llegar a esa conclusión, Descartes, en
su Meditación Primera se da cuenta de que la construcción del pensamiento posee
unas bases endebles, ya que son conocimientos en los cuales se han creído desde
que se nace y que nunca se han cuestionado (Descartes, 2006, pág. 19) . Es por eso que esas
bases débiles, que son opiniones antiguas obtenidas por la transmisión cultural,
se deben destruir con plena libertad; en otras palabras, destruir esas bases
significa comenzar a dudar de todo lo que, por medio de la transmisión
cultural, se ha dicho que es verdadero.No obstante, ¿por qué se debe dudar de todo
lo que se sabe? Simplemente porque los sentidos pueden llegar a que el ser
humano conciba como verdadero algo falso. Es por eso que, como todo en cuanto
se cree puede llegar a ser falso, todo lo
que es cierto y seguro en las ciencias se debe poner en duda, aunque se
puede caer en estas, debido a que son muy familiares para el ser humano y son
más fáciles de aprobar que negarlas (Descartes, 2006, pág. 23) . Para que no pase lo
anteriormente expuesto, el individuo se
debe engañar a sí mismo y afirmar que dichas ideas son falsas e imaginarias;
para que llegue el día en que “no sea mi juicio… presa de los malos usos y no
se aparte del camino recto que puede conducir al conocimiento de la verdad” (Descartes,
2006, pág. 24) .Con lo anterior se puede inferir que el fin
último en Descartes es conducir por el camino que lo lleve hacia la verdad. Se
trata de la meditación y el conocimiento. En la Meditación Segunda se afirma
que al meditar se llena el ser de muchas dudas, que, en un primer momento, se
tiene miedo de no poder resolverlas. Por ende se es afortunado si se encuentra
por lo menos una cosa que sea cierta. De esta forma, se debe creer que el
cuerpo, la figura, la extensión el movimiento y el lugar son invenciones del
espíritu.Tomando como causa lo expuesto hasta aquí, se
llega al tema principal del escrito: la concepción de la existencia del hombre
y su naturaleza. Se debe partir desde la siguiente pregunta: ¿si se debe dudar
de todo lo que se ha adquirido desde pequeño, porque es una transmisión cultural,
en qué no se debe dudar? De la existencia de sí mismo. “yo existo”, “yo soy” es
necesariamente verdadero, ya que se está pronunciando o concibiendo en el
espíritu. Pero, el racionalista se encuentra con un gran problema: “Pero yo,
que estoy cierto de que soy, no conozco aún con bastante claridad quién soy” (Descartes,
2006, pág. 26) .Justamente, Para salir de esa gran duda, René
da una definición de cuerpo, que para él era más fácil de encontrar su
naturaleza y que no dudaría de este por ser lo más visible en él, que consiste
en:Todo aquello que
puede terminar por alguna figura, estar colocado en cierto lugar y llenar un
espacio de modo que excluya a cualquier otro cuerpo; todo aquello que pueda ser
sentido por el tacto o por la vista, o por el oído, o por el gusto, o por el
olfato; que puede moverse en varias maneras, no ciertamente por sí mismo, pero
sí por alguna cosa extraña que lo toque y e comunique la impresión… (Descartes,
2006, pág. 27) .Sin embargo, Descartes en esta Meditación
Segunda a decidido creer que no posee un cuerpo, o mejor, no creer en este, ya
que, por lo citado anteriormente, es el instrumento de los sentidos, que perciben
y generan en el hombre ideas falsas o que para la búsqueda que el filósofo ha
emprendido lo son.Por eso plantea unos atributos que le
pertenecen al alma para saber si alguno de estos pertenece al ser humano. Uno
de esos atributos es pensar, el cual es lo único que no puede separarse del
hombre, de su esencia, por ende si pienso
existo; se es una cosa pensante, un espíritu, un entendimiento o una razón,
que no admite lo que no sea necesariamente verdadero, esto logra que se afirme
que se es una cosa verdaderamente existente (Descartes, 2006, pág. 28) . Se puede llegar a
saber “quién soy yo” sin depender de las cosas. Para conocerse a sí mismo, como
se expuso al principio, es necesario recoger el espíritu y apartarlo de ese
modo de concebir, para que pueda conocer él mismo, muy determinadamente, su
propia naturaleza (Descartes, 2006, pág. 29) .Por eso, a la cuestión “¿qué soy?” se
responde afirmado que se es una cosa que piensa; y a la pregunta “¿qué es una
cosa que piensa?” se responde que es una cosa que duda, entiende, concibe,
afirma, niega, quiere, no quiere, y, también, imagina y siente. Todas esas
cualidades de la cosa que piensa (res cogitans) pertenece a la naturaleza del
hombre y no hay necesidad de explicarlo, ya que es muy evidente, expresa el
filósofo continental (Descartes, 2006, pág. 30) .Asimismo, se puede descubrir la naturaleza
ontológica del hombre en Descartes por medio de un proceso epistemológico para
conocer las cosas, debido a que sólo el entendimiento o el espíritu es capaz de
comprender las cosas. Lo que se percibe por medio de los sentidos sobre la cosa
no es nada más que una “inspección del espíritu” (Descartes, 2006, pág. 32) , que puede llegar a
ser confusa o clara. Es por eso que lo que se percibe por los sentidos es
juzgado por el espíritu, y dicho juicio, gracias al espíritu, no es concebido
como un proceso erróneo.En fin, con base a lo expuesto anteriormente,
el hombre, en sí mismo, es espíritu, y se puede conocer a sí mismo por medio
del proceso de conocimiento de las cosas, ya que las razones que sirven para
conocer y concebir la naturaleza de los cuerpos prueba mucho mejor la
naturaleza del espíritu, del hombre (Descartes, 2006, pág. 34) .En conclusión, ya que los cuerpos no son
conocidos por los sentidos o la facultad de imaginar, la naturaleza del hombre
no es su cuerpo físico; sino que es por medio del entendimiento que estos se
conocen, ya que se comprenden por el pensamiento,
se ve claramente que “nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio
espíritu” afirma Descartes al final de su Meditación Segunda, afirmando la
naturaleza ontológica del hombre o su propio entendimiento se descubre por
medio del proceso epistemológico de las cosas.
Por: Andrés Ricardo Díaz Abril
Lic. en Filosofía e Historia
U. G. C.
BibliografíaDescartes, R. (2006). Meditaciones Metafísicas. Bogotá D C.: Ediciones Universales.
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