Desde el principio de
los tiempos el hombre se ha interrogado e interesado por el origen del mundo,
de las cosas, de un ser supremo, pero sobretodo, de sí mismo. Estos grandes
interrogantes se pueden clasificar como preguntas cosmológicas, teológicas y
antropológicas; el hombre tiene la gran capacidad de asombrarse por las cosas,
es por eso que necesita conocerlas, darles o descubrir su origen y poder
explicarlas. Es así que desde el siglo IX hasta el VII a. C. (aproximadamente) se
busca dar y explicar, especialmente en Grecia, la respuesta a estas preguntas
expuestas anteriormente por medio del mito.
Así, el mito es un
relato fantástico que cumple la función de explicar aspectos de la naturaleza o
la vida, cuya función social es considerar su propia opinión y su esfuerzo de
pensar una explicación del mundo, ya que se interesan por conocer su propia
historia. El mito fue inevitable, dado que hay preguntas que los hombres jamás
dejan sin contestar, surgen de esa manera las cosmogonías (origen del universo),
antropogonías (origen del hombre) y teogonías (historia de los dioses)
respondiendo de una manera primitiva, pero a la vez mágica y extraordinaria.
Un ejemplo de esto lo
podemos ver en un gran poeta griego cuyo nombre es Hesíodo, que empieza en su
teogonía dándole un orden al cosmos, con esto le dio origen a los dioses como explicación
de los fenómenos naturales del mundo, y cómo ellos lo forman. Hesíodo quiere
saber el origen de la separación de la tierra y el cielo, para ello tiene una
conclusión: en el principio existía el Caos. Este titán está en medio del cielo
y la tierra, era la grieta entre ellos dos para así empezar a crear las cosas
que componen el mundo, es Caos esa abertura para que caiga la lluvia sobre la
tierra y así fecundarla. Esto quiere decir que la idea principal de esta
cosmogonía hesiódica fue la causa, el por qué, de la separación de la tierra y
el cielo[1].
Otro ejemplo es el de
“la manzana de la discordia”, mito mencionado por Homero en la “Ilíada”, la
cual consiste en lo siguiente:
Cuenta la leyenda,
que cuando Peleo y Tetis se casaron enviaron invitaciones a la fiesta para
todos los dioses. Como no querían tener problemas en un día tan especial,
decidieron que lo mejor sería no invitar a Eris, conocida como La Diosa de la
Discordia. Eris se enojó tanto que se apareció en el banquete de bodas de
todos modos. Furiosa se dirigió a la mesa donde se encontraban las diosas más
hermosas: Hera, Atenea y Afrodita y arrojó una enorme manzana con una
inscripción tallada que decía: "Para la más Hermosa". Hera dijo: Debe
ser para mí. Pero al instante, Atenea y Afrodita también reclamaron la manzana
y pusieron a Zeus como árbitro. Zeus, no quería tomar parte por ninguna de las
diosas ya que sabía que por lo menos dos de ellas terminarían haciendo reclamos
por su intervención o lo que es peor, enemistadas con él y decidió sacarse el
problema de encima. No se le ocurrió nada mejor que enviar a las tres diosas
ante el joven y hermoso Paris para que decidiera él. Una a una las diosas
fueron desfilando ante él cubriéndolo de promesas. -Prometo darte poder y
riquezas si me eliges- Dijo Hera. Atenea le prometió: -Si dices que yo
soy la más bella, te otorgaré gloria en las guerras y fama por doquier. Pero,
la sensual Afrodita, que era muy astuta, le ofreció la mujer más hermosa por
esposa y esto lo convenció definitivamente. Afrodita obtuvo la manzana de oro y
desde ese momento Hera y Atenea se convirtieron en sus peores
enemigas. Afrodita, fiel a su promesa le ayudó a Paris a conseguir el amor
de Helena, que se convertiría en el motivo de la famosa guerra de Troya.
Sin embargo (entre
los siglos VII a V a. C.) en Grecia tuvo lugar una de las aventuras
intelectuales más audaces de la humanidad, surgen unos hombres que se
cuestionaron acerca de las explicaciones y/o respuestas dadas por el mito.
Analizando los textos de Homero y Hesíodo se observa la figura de los dioses de
una manera antropomórfica, es decir, dioses con forma de humanos, pero no
solamente la forma, sino también sus actitudes; si se decía que los dioses eran
perfectos y los originarios de todo lo existente en el mundo, ¿por qué se
comportaban con actitudes negativas como cualquier ser humano (odio, envidia,
traición)? De ese modo, se empieza a notar una total incoherencia en las
explicaciones dadas por el mito.
Es en Jonia donde
aparecen los primeros pensadores filosóficos, más conocidos como los
presocráticos o filósofos de la naturaleza. Estos grandes pensadores quisieron
dar un gran paso: pasar del mito al logos;
ellos se cuestionaban acerca de lo que los poetas proponían acerca del origen
del universo y de nosotros. Ellos querían dar una solución a estos problemas de
una forma natural, de una forma que no fuera tan elevada e irreal. Es por eso que proponen como principio
organizador elementos naturales (agua, fuego, aire, tierra, entre otros), es
decir, buscar entre lo que está en el mundo el origen del mismo, por lo cual le
ponen el nombre de arjé. De eso se
trata el fin de los presocráticos: buscar el arjé, el principio organizador y
unificador en la naturaleza.
En resumen, “la
filosofía surge cuando se comienza a abandonar el mito como explicación imaginativa
de la realidad y se opta por el logos como explicación racional de la realidad”[2].
De esa manera, el logos no es otra cosa que la explicación racional de lo que
nos rodea; también es, simplemente, el abandono de los componentes míticos, y
pasar a la razón (a las pruebas y demostraciones).
Por otro lado, se
dice que la transición del mito a la filosofía (del mito al logos) es mucho más
radical: se vincula más bien con un cambio político, social y religioso y no
con un cambio puramente intelectual realizado fuera de la cerrada sociedad
tradicional que se dirigía hacia una
sociedad abierta, en la que los valores del pasado no poseen mucha importancia
y la comunidad misma y su circunstancia expansiva generan opiniones
radicalmente nuevas. Este tipo de cambio aconteció en las colonias griegas
entre los siglos IX y IV a. C.
Eventualmente,
podemos dividir a estos grandes pensadores en escuelas, las cuales son:
·
Escuela Jónica: Tales,
Anaxímenes, Anaximandro, todos de Mileto y Heráclito.
·
Escuela
de Elea: Jenófanes
de Colofón, Parménides de Elea, Zenón de Elea y
Meliso de Samos
·
Pluralistas: Empédocles de Agrigento, Anaxágoras de Clazomenes, Leucipo
y Demócrito de Abdera, estos dos últimos fundadores del atomismo.
Ahora, Tales de
Mileto fue el primer investigador o físico griego, a él se le atribuye muchos
descubrimientos matemáticos y actividades astronómicas, como la predicción del
eclipse en el 585 a. C. Así, a él se le atribuyen dos proposiciones: la
primera, el mundo flota sobre el agua; y la segunda, el agua es el principio de
todas las cosas. Tales de Mileto da esas teorías del agua ya que ella es
esencial para la vida de todos los seres, es el constitutivo de las cosas.
Más adelante, Heráclito
de Éfeso, cuyo principio fue el Logos,
propone que todo cambia, pero no de forma anárquica sino siguiendo un orden, el
cual le impone el Logos. También
propone que el cosmos es formado por un flujo continuo de fuego que forma a
todos los demás elementos, gracias al Logos
que le impone el orden[3]. Parménides
de Elea expone la afirmación del SER y el rechazo del devenir, es así que
afirma que el ser es uno e infinito.
A pesar de la
simplificación que representa una clasificación general, de las grandes
diferencias que les separan entre sí, comparten muchos rasgos comunes: su
preocupación por intentar captar, bajo la diversidad y multiplicidad de todo
cuanto se nos ofrece ante nuestros sentidos, un principio explicativo de esta
diversidad inteligible sólo por la razón; la preocupación, pues, por el cosmos
(orden que rige todo cuanto existe) y la physis.[4]
No obstante, para
concluir, ¿cómo surge este pensamiento? ¿Cómo es que nace la filosofía? ¿Cuál
es ese punto de partida del pensamiento filosófico? Pues es nada más que la
capacidad de ASOMBRO. Esa capacidad que sólo el hombre posee y es la que lo
hace ir más allá y maravillarse del entorno que lo rodea. El hombre se ve
inquietado por aquello que se escapa de su simple percepción; es de ese asombro
de las cosas que lo rodean donde nace la pregunta. Es gracias a ella donde el
hombre empieza a tener una cierta distancia crítica frente a la experiencia,
consintiéndose la visión global de las cosas. Así, el punto de partida de la
pregunta es la duda, esa duda que inundó a estos presocráticos para buscar el
origen del mundo de una forma racional en la misma naturaleza.
Por: Andres R. Díaz Abril
Lic. Filosofía e Historia
U. G. C.
Bibliografía
·
Cortés Morató, Jordi y
Martínez Riu, Antoni, Diccionario de filosofía
Herder, Barcelona, 1991.
·
[1]
GAJATE, José. “La Filosofía en Síntesis”; editorial el BUHO; mayo de 2008; pág.
4.
·
Los Filósofos Presocráticos,
“La Cosmogonía hesiódica y la separación de la tierra y el cielo”. Madrid:
Gredos 1983.
·
REALE, Giovanni y ANTÍSERI,
Darío. “Historia de la filosofía” Tomo 1: “Filosofía
pagana antigua”. Universidad Pedagógica Nacional. Editorial San Pablo.
2007.
·
ORTIS, José Guillermo;
Programa Seminario - Presocráticos,
Seminario Conciliar de Bogotá. 2009.
[1] Los Filósofos Presocráticos, “La Cosmogonía hesiódica y la separación
de la tierra y el cielo”. Madrid: Gredos 1983, pp. 45 – 75.
[2] GAJATE, José. “La Filosofía en Síntesis”; editorial el BUHO; mayo de
2008; pág. 4.
[3] Los Filósofos Presocráticos, “La Cosmogonía hesiódica y la separación
de la tierra y el cielo”. Madrid: Gredos 1983, pág. 194.
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